La leyenda del Gigante del Calbuco

   En los faldeos del Volcán Calbuco vivía antaño una tribu de enanos. Estos de profesión eran mineros que habían horado grandes túneles en las laderas del volcán en busca de metales preciosos como oro, plata, etc.

También encontraron priedras preciosas en el interior de la montaña. Así sucedió que con la abundancia de los metales preciosos, su vajilla era de oro y se bañaban en piletas de plata; sus trajes eran de brillante seda recubierta de piedras preciosas.


   Pero estas vestimentas preciosas sólo se las ponían cuando se reunían en la gran Asamblea. Para ello excavaron en el interior de la montaña una gran cueva donde nadie pudiera espiarlos. Allí cada uno tenia su sillón de plata tapizado con una suave y mullida piel de león. Para los doce enanos más ancianos que componían el gran concejo, los sillones eran de oro.


   En el centro había un maravilloso trono de oro puro que había sido erigido para el Rey. En las paredes colgaban miles de farolitos, a cuya luz brillaban los diamantes de las túnicas.


Una importante reunión del consejo


   Hoy había una de estas importantes reuniones de consejo. El Rey estaba sentado en su trono y a su alrededor sus 12 concejales; en su gran círculo estaban sentados muchos cientos de enanos. No se hablaba en voz alta; sólo se sentía de vez en cuando un murmullo cuando dos se informaban de la reunión.


   Con una campanita de plata se llamó la atención de todos para queguardaran silencio. A una indicación del Rey se paró el mas anciano delos concejales; se adelantó unos pasos y con una gran venia habló así: " Mi Rey!, mis queridos enanos! Ustedes saben que hacen días se oyen ruidos subterráneos y que de su cráter salen espesas nubes de humo.   

             

             

   Al parecer nuestro gran enemigo el gigante malo despertó de su letargo y está urdiendo algo malo en contra de nuestro buen amigo el Genio del volcán Osorno.

Seguramente azusó el fuego de su gran horno para fundir hierro y fraguar armas con él. Nuestras viviendas serán destruidas tal como fueron en tiempos de nuestros antepasados. Los más ancianos de nosotros seguramente se recordaran de ello. No nos queda otra solución que reunir nuestros tesoros y abandonar la montaña.


   Seguramente encontraremos buena acogida en los hogaras de los hombres aquienes les hemos hecho tantos beneficios. Los enanos asistieron con las cabezas, se mesaron sus luengas barbas y estaban muy de acuerdo con el orador.


                                Lo que opinó un joven enano


   En uno de los sillones del fondo estaba sentado junto a sus camaradas un joven enano con ojos radiantes y chispeantes de nombre Nador. Este se levantó y dijo con voz altanera: "¿ Por qué no hicimos con tiempo un gran túnel en las entrañas del volcán hasta encontrar la cueva del gigante?". " Allí lo habríamos sorprendido durmiendo, lo habríamos encadenado y nunca más nos podría haber hecho daño!".


   Los enanos mas ancianos reconvinieron al joven su animosa arenga, pues en el gran concejo, los jóvenes debían acatar silencio y sin réplica lo que los ancianos con su experiencia y sabiduría  aconsejaban.


                                Los enanos abandonan el volcán


   Hombres, mujeres y niños tomaron sobre sus espaldas los utensilios de casa, ropa, herramientas y sobre todo el oro, plata y piedras preciosas y se fueron a los alrededores del volcán en donde los recibieron con benevolencia los hombres a quienes habían socorrido en tiempos pasados.


   Por ejemplo, si sabían que había  un enfermo en casa, de noche les traían  hierbas medicinales que no conocía la gente y se las dejaban en las puertas. Los enfermos al tomar el té medicinal sanaban por completo.


                              El gigante del volcán se puso a trabajar


   Después de tres días que los enanos habían huido, el volcán comenzó a temblar y espesas humaredas ascendían desde su cráter entre rayos y ceniza ardiente. El gigante, una sombría figura del tamaño de la torre de una Iglesia estaba afanoso en su trabajo. El habitaba en las cavernas más profundas del volcán.


   Con todo el mundo vivía en enemistad, pero mayormente odiaba a su vecino el genio del volcán Osorno. En segundo lugar odiaba a los enanos que en las laderas de su cerro habían perforado túnel sobre túnel en sus entrañas.


                               El gigante atizaba con ardor el fuego


   Después de un largo y profundo sueño despertó el gigante y recordó con rencor la derrota que sufriera de su vecino. El atizó el fuego en las entrañas del Calbuco para fraguar sus nuevas armas. Con ardor tiraba del fuelle que inyectaba viento en la hoguera de manera que volaban chispas y humo del cráter del volcán.


   En seguida tomaba el fierro calentado al rojo vivo y con sus tijeras gigantes colocaba el fierro sobre el yunque que tenía el tamaño de una Iglesia y martillando sobre él saltaban chispas que salían por el cráter del volcán y este se estremecía todo, y sus paredes se cuarteaban y derrumbaban; las viviendas de los enanos se derrumbaron todas no quedando una sola galería en estado servible. Esto alegraba sobremanera al gigante el que atizaba con más vehemencia el fuego, para quitar a los enanos los deseos de volver.


                            La pelea con el genio del Volcán Osorno


   Ente tanto había terminado de fraguar sus armas y un día se puso su coraza y ceñida la espada tomó el blasón con la izquierda y con la derecha la espada y se abalanzó a la salida de la cueva. Pero el genio del Osorno estaba en guardia, pues sabía que desde hacían semanas su enemigo deseaba agredirlo con las armas. Sus amigos los enanos, se lo habían revelado cuando oyeron a su enemigo golpear en el yunque.


   Cuando se dirigía  a la salida de la cueva y estaba por salir, se quedo enredado en las redes y cuerdas invisibles que las ninfas habían tejido y con las que habían tapiado la salida de su cueva. El genio del volcán arrebató las armas de las manos del gigante y con su afilada espada hirió de tal manera al gigante, que éste gritando y perjurando con las últimas fuerzas desenredó de las mallas y volvió corriendo al interior de su cueva. Con rabia de su nueva derrota, se tendió al fondo de su cueva y se durmió en la forma acostumbrada.


                          Los enanos volvieron y encadenaron al

                                              gigante del Calbuco


   Cuando los enanos se enteraron que su mortal enemigo el gigante había quedado vencido, volvieron a trabajar en el cerro y después de un año ya todo estaba restaurado como antes. Nuevamente se reunió el gran concejo en la cueva restaurada y Nador que se había conquistado en los últimos tiempos un buen nombre, había instalado varias galerías y fue habilidoso y aplicado, habló y aconsejó nuevamente el plan que había propuesto antes.


   Esta vez fue acogido su plan por todos y también por los ancianos los que le encomendaron su ejecución. Con cien enanos jóvenes puso mano a la obra y después de arduo trabajo que se prolongó por tres años cavó un túnel hacia la cueva del gigante hasta que ya se oían sus ronquidos; con cuidado se perforó la última capa de roca y Nador se introdujo el primero en la cueva del gigante; sus compañeros lo siguieron en la hazaña. Allí estaba tendido el Monstruo roncando indefenso.


   En la gigantesca fragua todavía ardía el fuego y delgadas lenguas de humo se levantaban hacia lo alto. Los enanos amarraron al gigante con miles de cuerdas de ninfas de manera que no se pudo mover para ningún lado; con la presión de las innumerables cuerdas despertó por fin el gigante.

Trató de levantarse y romper las cuerdas, pero todo esfuerzo fue en vano. ¡Cómo deseaba poder alcanzar el fuelle de la fragua para acalorarles la presencia de los enanos!


                                  Como se defendió el gigante


   Los enanos cometieron el error de dejar prendido el fuego sobre la fragua. Cuando el gigante vio esto sopló a todo pulmón sobre el fuego que estaba por apagarse; los enanos volaron por todos lados como si el viento soplara en una era de trigo, las brasas volvieron de nuevo a avivarse y espesas nubes se desplazaban hacia lo alto pero el fuego ya no tuvo la fuerza de antes.


   Varias veces los enanos trataron de entrar a la cueva para apagar el fuego, pero el gigante estaba al acecho. De todas maneras quedó amarrado para siempre, y no podía hacer más daño como en tiempos anteriores, pero cuando divisaba a los enanos volvía a soplar el fuego de manera que volaban las chispas y los enanos más que apresurados tomaban las de Villadiego.


                                 Como fue recompensado Nador


   A pesar de que Nador no pudo destruir al gigante, los enanos pudieron vivir tranquilos en el futuro y no necesitaron temer que el gigante volviera a destruirles sus viviendas y túneles. El anciano Rey dio a Nador como esposa a su única hija y cuando falleció, Nador fue erigido como Rey de los Enanos.


   Los enanos con el tiempo se murieron todos pero el gigante está todavía fuertemente amarrado en lo profundo de su caverna del Volcán Calbuco y cuando despierta después de largo sueño vuelve a soplar a todo pulmón las brasas que están por apagarse.


   Los habitantes de alrededor de la Laguna dicen entonces, "El Calbuco

está nuevamente en actividad".

                                                               Otto Urban


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